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Foto del escritorDaniel Castro Adrianzén

Metí la pata ¿y ahora?

Actualizado: 14 may 2021

Meter la pata en el sentido de cuando cometes un error o haces sentir mal alguien.


Y ahora discúlpate.


Nos pasa a todos, solo que vemos el hecho de disculparse como una muestra de debilidad que no tenemos permitido enseñar.


Disculparse es un acto de gallardía y valor, que magnifica a quien lo hace. Además de sanar la relación con quien pudo verse ofendido, el disculpante se gana el respeto de los demás.


Pero cuidado: una cosa es disculparse y otra es pedir disculpas. Cuando pedimos disculpas, transferimos al otro la responsabilidad de sanar la relación.


Es pedir disculpas, y si el otro no te las da, entonces será su responsabilidad que la relación siga herida.


Pedir disculpas es disculparse a medias. “¿Me disculpas?, no? Bueno, es tu problema porque yo te pedí disculpas y no me las has dado”


Este tipo de disculpas se hacen desde el prisma del orgullo. Es una obligación impuesta socialmente, pero en realidad no se llega a sentir el “ánimo disculpante”.



La finalidad de disculparse es intentar reconstruir la relación con el otro, que ha sido, por mucho o por poco, dañada por el hecho materia de nuestra disculpa.


La intención del disculpante es volver a conectar con el amor y la confianza del otro, y eso se logra con el ánimo de resarcir el daño, no haciéndolo por imposición social, o “para la foto”. Es esforzarse por sanar lo que quebramos dentro del otro, cuando metimos la pata.


Para ello es necesario ser directo “discúlpame” Es asumir la carga de la responsabilidad, liberar el alma de la congoja y estar bien con nosotros y volver a crear la conexión con el otro.


Una persona que “mete” la pata o se equivoca en su relación con otro, debe entregar las disculpas, como si de una poción mágica se tratara para curar las heridas del ser amado.


Este discurso de “ya te pedí disculpas” es inatingente e incongruente a la finalidad que busca la acción de disculparse.


Somos humanos, tenemos derecho a equivocarnos, es una de las formas más efectivas de evolución social. Y en función de ello, debemos dejar el ego a un lado y reconocer que queremos reconectar con la energía del otro al nivel superior que teníamos antes de meter la pata.


Y para ello, debemos sentir el traslado de nuestras disculpas para hacer que las piezas vuelvan a encajar. Debemos entregar esta poción mágica, para sanar las heridas del otro y las heridas de la relación.


Vence tu ego, busca tu grandeza y discúlpate.


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